Ella era todo un personaje en el secundario. Su risa contagiaba de tal manera que si se tentaba con algo bastaba para que toda el aula terminara a las carcajadas sin preguntarse de qué se estaba riendo. Comenzamos a ser amigas así, con todas las letras, a partir de una carta que me escribió. Sí, me escribió una carta, porque sí, porque le dieron ganas nomás. No recuerdo qué teníamos en común en esa época, creo que si me pongo a pensar no teníamos nada en común. Pero nos caíamos bien y disfrutábamos mucho los mates y las discusiones que ocasionaba el hecho de que fuéramos tan distintas. Nos vinimos en el mismo año a Capital Federal y continuamos compartiendo momentos hermosos juntas. Pasaron algunos años y comenzamos a parecernos un poco más. Un poquito. Pero un día me contó que quería irse. Se iría a vivir a Europa. Y se fue. Y no la he vuelto a ver en persona. Pero les puedo asegurar que la distancia no nos alejó en lo más mínimo. Al contrario, el estar lejos ha hecho que nos acerquemos mucho más. No pasa un día sin que intercambiemos palabra, la tecnología ha acortado las distancias, es cierto. Al punto que estamos planeando un proyecto juntas, ella con sus letras, sus palabras, sus escritos y yo con mis dibujos. Con ustedes, Tes Nehuén, la escritora del exilio.
¿Cuán importante es para vos la palabra? ¿Qué relación tenías con ella siendo niña y cuándo descubriste que era tu vía de escape?
¡Qué linda pregunta! La palabra es para mí una forma de mirar el mundo y de contarlo. Pienso que los que escribimos, al igual que los se dedican a otras artes, tenemos una relación amorosa con el arte, con la palabra en este caso, (con todo lo bonito y lo conflictivo que ello supone). Es decir que por un lado sentimos un agradecimiento cariñoso hacia él porque somos conscientes de que nos ha salvado en más de una ocasión, pero por el otro hay momentos en los que desearíamos no sentir esa necesidad rotunda de crear. Porque si querés abrazarla de verdad, la escritura exige mucha soledad y sacrificios y te incita a una vida poco adaptable a los parámetros normales de la realidad. De todas formas, en mi caso han sido más las ventajas, porque nada se compara a la satisfacción de hacer algo que te llena; así que son pocas las veces que quiero mandarla a la mierda.
Yo estoy convencida de que si no me hubiera acercado a la literatura me habría muerto; y no soy original por decir esto. Probablemente si buscás en Google frases sobre literatura más de un escritor aunque con palabras diferentes, seguro que más lindas, habrá dicho lo mismo. Pero hablando específicamente de mi experiencia, te cuento, aunque vos ya lo sabés. Nací en una familia religiosa (MUY) y con tendencia a la cobardía: con una falta de compromiso para asumir las conversaciones importantes. Pese a ello sí tuve una madre lectora que nos leía cuentos cuando estábamos cenando (como éramos muchos hermanos, los más chicos cenábamos antes que los mayores). Supongo que era un buen recurso para mi madre porque así se evitaba dos cosas: tener que conversar con nosotros y tener que soportar el griterío (éramos muy quilomberos). Sea como sea a mí me gustaba. Ansiaba que llegara la noche para ese capítulo de "Los hijos del Capitan Grant", "Alegre" o "Tom Sawyer". Así me acerqué a la lectura, antes de saber leer. Me gustaba espiar por sobre el hombro de mamá para ver si conseguía descubrir por qué línea iba: me parecía algo mágico que salieran tantas historias de esas pequeñas manchas en el papel. Aprendí a escribir antes de saber leer, copiando oraciones de los cuadernos de mis hermanos mayores; fue algo que comenzó siendo un juego y que me fue cautivando casi sin darme cuenta. Hoy entiendo que aprender a leer y a escribir significaba crecer: la posibilidad de rebelarme frente a lo que no me gustaba. Esa puede ser una explicación a porqué aprendí a hacerlo antes de lo normal. Y después, ya no hubo vuelta atrás.
Hubo dos momentos clave en mi vida en los que me sentí realmente movida por la literatura. El primero fue cuando leí el poema "El viaje definitivo" de Juan Ramón Jiménez; llegué a él de casualidad, cuando recién había aprendido a leer y me sentaba junto a la biblioteca a morfarme todo lo que encontrara. Aunque no podía entender lo que significaban las palabras, me faltaba mucha vida por delante, el poema me atravesó y me fascinó (¡una de las mejores cosas de la poesía: las palabras que cautivan más allá de su significado real!). Y después de leerlo quise hacer algo similar y empecé a intentar poemas horrendos. Otro momento clave fue cuando leí "Crimen y Castigo" de Fiódor Dostoyevski; me pasó lo mismo: quedé anonadada, transformada por la literatura y me propuse escribir. Después vino la adolescencia que fue una etapa horrorosa emocionalmente hablando y entonces la literatura se convirtió en mi refugio: era el único espacio en el que no me sentía extraña, en el que estaba bien que fuera YO. Supongo que fue en esta etapa cuando comencé a asumir la escritura como una vía de escape. Uff, ¡qué manera de hablar! Borrá lo que no creas pertinente.
[Si borrara algo, sería robarle a los lectores un trozo de tu historia... sencillamente no podría]
¿Cómo te resultó la adaptación del lenguaje en España? Porque estimo que habrás tenido que dejar de lado ciertos modismos de la Argentina, al menos en el ámbito profesional. ¿Verdad?
La verdad es que me adapté muy bien. Cada tanto se me escapa un "¿viste?" en medio de una frase, que descoloca a mis interlocutores y hasta a mí que a veces ni me doy cuenta. Pero en general no me ha resultado difícil. Pienso que incluso me ha ayudado a estar más atenta al hablar y a corregir ciertos errores a la hora de comunicarme. Viajar y vivir en otros países, diferentes entre sí y con Argentina, me ha ayudado a entender que hay muchas formas diferentes de ver a una misma cosa. Me ha enseñado a relativizar no sólo lo que las cosas son sino lo que creo que son y las formas en las que se las nombra. De todas formas es como si de pronto tu cuerpo se dividiera en dos y vivieras en dos realidades paralelas con dos idiomas parecidos pero diferentes que a veces pueden ser absolutamente opuestos y contradictorios entre sí. Pero es divertido y te ayuda a sentir un poco más lo que es la literatura: vivir diversas identidades en un mismo tiempo.
Otra cosa interesante que me pasó con el lenguaje tiene que ver con la lectura. Cuando llegué a España empecé a leer mucho a autores latinoamericanos que vivían acá y descubrí que la escritura desde la extranjería es muy diferente, y casi podría ser tratada como un género aparte, de la que se escribe desde la tierra firme, desde el lugar donde naciste y nacieron tus viejos. Este descubrimiento derivó en estudiar furtivamente a varios autores que ahora me encantan: Andrés Neuman, Cristina Henríquez, Roberto Bolaño, Flavia Company, Arturo Borra. De hecho, mi blog
Letras Híbridas es un pequeño registro de todas esas lecturas, del encuentro con esos autores que desarrollan una escritura fronteriza.
Te dedicás a la narrativa, a la redacción, a la poesía... ¿Hay alguno de estos ámbitos que prefieras por sobre los demás? ¿Tenés interés en recorrer nuevos caminos en lo que a la escritura respecta?
La poesía es mi debilidad, la verdad. Y es que incluso cuando leo narrativa escojo autores que sean poéticos; las posibilidades que ofrece la poesía me parecen mucho más amplias que las de la narrativa. Un mal poema siempre te deja algo más que un mal relato (por lo pronto, suele tomarte menos tiempo darte cuenta de que es malo). De todas formas supongo que no puedo quedarme solo con la poesía porque la narrativa me permite explorar a fondo el lenguaje más allá de las imágenes, y también necesito de ella.
La redacción es un universo que si bien siempre me interesó hasta hace unos pocos años no le había dado cabida en mi vida. Cuando comenzó el auge de los blogs (año 2006-2007) comenzó a interesarme ese mundo y, de a poco, me fui metiendo y me hice bloguera a tiempo parcial. Al principio pensar en vivir de la escritura era un sueño imposible (si ahora nos parece poco lo que se paga a los redactores, imaginate en esos años: ¡una miseria!) pero yo quizá en lo único que soy realmente buena es en persistir; cuando algo se me mete en la cabeza es muy difícil que lo abandone con facilidad. Y entonces apareció
Poemas del Alma que me ayudó a recuperar mi asombro hacia este género (casi periodístico en mi caso), y se abrió un mundo ante mis ojos. Primero tuve la posibilidad de conocer a fondo la realidad literaria del momento, al reseñar libros y explorar la obra de muchos autores contemporáneos. Después, cuando me atreví con el género de las entrevistas, esa pasión periodística se acrecentó. No sólo porque encontré un espacio desde el cual conversar con autores a los que admiro (y a los que no tanto) sino también desde el cual discutir en torno a la realidad. Es una experiencia que me ha cambiado la vida, sin lugar a dudas.
En cuanto a hacer cosas nuevas. ¡¡Sí!! Sueño con no perder nunca las ganas de hacer cosas diferentes. Ahora estoy trabajando en unas colaboraciones de cuentos ilustrados con dos ilustradoras que me encantan. Acabo de terminar un poemario y estoy embarcada en un proyecto narrativo que no termina de definirse si quiere ser novela o una suma de relatos unificados. Por otro lado he emprendido una minired de blogs con los que estoy muy entusiasmada: de momento he lanzado el primero que es
pizzavegetal.com, y que me encantaría que visitaran todos. Y, por supuesto, sigo (y espero: seguiré) escribiendo en
Poemas del Alma que acaba de estrenar nuevo diseño.
La inspiración, ¿te toma por sorpresa o la invocás, por decirlo de algún modo?
Si con invocar te referís a trabajar, podría decirse que es lo que hago. Una vez leí una frase de Jack London que decía que no se puede esperar a la inspiración, sino que hay que ir a buscarla. A veces me ocurre (sobre todo cuando estoy paseando con las perritas) que me viene una idea y tengo que anotarla para que no se me escape. Siempre llevo mi teléfono y grabo frases o ideas que no quiero perder. Me gustan esos momentos. Cuando es una inspiración poética más porque es como si mis ojos de pronto se abrieran un poco más y las palabras vinieran quién sabe de dónde. Cuando trabajaba de camarera también me pasaba y entonces solía buscar cualquier hueco en el trabajo para escabullirme al baño y escribir lo que estaba bullendo en mi cabeza. De todas formas, estoy de acuerdo con London y me considero parte de las que escriben y escriben; es decir, no espero que venga la luz a buscarme. No creo que la inspiración sea otra cosa que la apertura mental frente a las posibilidades del arte; la sensación de que hay mucho de vos que podés dar, de que no conocés los límites de la narrativa y ni siquiera los tuyos. Y eso explica el por qué muchas veces cuando me siento a trabajar estoy más ligera de equipaje y soy más capaz que otras veces de encontrar las palabras adecuadas para lo que quiero expresar.
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Con ayudantes como la linda Zarza, estimo que se aliviará el trabajo. |
Al trabajar freelance, el horario de la jornada laboral lo pautás vos. ¿Tenés una rutina diaria? ¿Cómo organizás tus tiempos?
Sí y no. Tengo una rutina diaria aunque no siempre se da a las mismas horas. En verano me gusta levantarme tempranito, salgo a pasear con mis perritas y cuando vuelvo me siento a trabajar. Y trabajo del tirón; la verdad es que no me cuesta concentrarme en la escritura. Me gusta terminar pronto los compromisos laborales para poder dedicarle tiempo a mis creaciones (poemas, relatos o lo que esté haciendo) y hacer otras cosas que me gustan como cantar, cocinar, pasar tiempo con mi manada, jugar a los videojuegos, dormir. De todas formas no me gustan las cosas estrictas; no me llevo nada bien con las imposiciones (ya hubo pasado para eso), así que me lo tomo con calma. Si un día me levanto y quiero ponerme con un poema que dejé inconcluso la tarde anterior o trabajar en una nueva idea, me lo permito. Ahora, por ejemplo, estoy postergando el trabajo para responder esta entrevista preciosa, y no me pesa para nada.
[¡Pero mira que eres maja, Tesita!]
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Aquí podemos observar a Tes en su hábitat natural, rodeada por sus niñas. |
Tu vida ha cambiado mucho y según yo lo veo, para mejor en todos estos años. ¿Te costó ir adaptándote a los cambios al principio o fue un proceso que sencillamente se fue dando de manera natural?
No, yo creo que nada se da naturalmente; al menos a mí nunca me ha pasado eso. Y no me gusta pensar que eso sea posible porque significa que no actuamos sino que nos acomodamos a lo que viene. Me gusta saber que mis problemas son consecuencia de mis decisiones, pero que también mis logros lo son. Uno de los cambios más importantes para mí fue abandonar el carnismo y comenzar a prestar más atención a lo que consumo: evitando aquellos productos que conlleven maltrato de algún tipo (a animales y humanos) y tratando de vivir en armonía conmigo y con mi entorno. Esto me trajo muchas complicaciones porque me di cuenta de que el 90% de los productos del supermercado tenían huevo o leche o alguna proteína animal (¡¡hasta el pan!!) pero también me hizo ser consciente de mi hipocresía y mi ignorancia en torno a lo que consumía y me ayudó a sentirme mejor y a comprometerme con mi realidad.
La verdad es que me gustan mucho los cambios. Por ejemplo, mudarme es algo que me encanta: la energía que se renueva, el llegar a un sitio nuevo y no saber cómo se le dice a un producto tan sencillo como la lavandina y explicarle a un vendedor qué es lo que busco, para qué sirve. No sé, esas pequeñas cosas que traen asombro a mi vida me maravillan. Me gusta también cambiar de alimentación según las posibilidades del lugar donde vivo. Pienso que esas pequeñas diferencias son las que más me han hecho disfrutar de este viaje. Y sí, quiero hacer cosas nuevas, quiero que la rueda siga girando y seguir en movimiento, tomando decisiones que me lleven de un sitio a otro. Pero mientras tanto espero ser capaz de construir donde estoy, como puedo, intentando disfrutar del día a día.
Si evocás tu vida a los veinte años... ¿te imaginabas viviendo como lo estás haciendo ahora, a los treinta?
No, ni a palos. De chica me costaba muchísimo imaginarme el futuro porque de acuerdo a los mandatos familiares tenía que casarme y tener hijos; entonces no podía proyectar a futuro. Cuando tomé la decisión de venirme; cuando mi amigo iAN me propuso emprender este viaje, mi vida cambió rotundamente. No me imaginaba viviendo afuera, no me creía capaz de irme tan lejos y sobrevivir. Parecía una locura. Y por eso me subí al tren (avión, más precisamente). En esa época recién había empezado a estudiar canto lírico, y me vine con la idea de hacer algo con eso. Después la literatura fue exigiéndome más atención (aunque nunca dejé de escribir tuve una etapa de no dedicarle el tiempo que ella necesita) y lentamente se puso por delante de todo. Pero ¿sabés que es lo que sí o sí no me habría podido imaginar a los veinte? Que me haría vegana (¡con lo que me gustaba la carne y el queso!) y que volvería a vivir en el campo. Estas dos experiencias fueron primordiales en estos años y me han ayudado a sanar y repensar muchas cosas. Digamos que fue como volver al origen pero sin la violencia y sin la sangre, con todo el peso que ambas construcciones tienen. Y, volviendo a tu primera pregunta, la palabra es lo que me salvó y continúa ayudándome a sobrevivir en este mundo de locos. ¡¡Gracias!!
♥ ♥ ♥ ♥ ¡Gracias a vos, querida Tes, por esta hermosa entrevista! ♥ ♥ ♥ ♥